La caja tonta

¡Ay la tele! Compañera infatigable de nuestra vida. Sin ella un salón está vacío y nadie que se precie de tener infancia puede pasar por alto las largas horas que pasaba divertido frente a ella. Pero eran otros tiempos... Espinete hoy estaría censurado por ir sin ropa por la calle mientras Epi y Blas nos hablarían de la tolerancia hacia los matrimonios gays como el suyo, por cierto oficiado por la Gallina Caponata y televisado en directo por la rana Gustavo. Y a mí que me daba miedo cada vez que un alienígena de V se quitaba su máscara de humano ¿qué hubiera pasado con mi alma infantil de haber visto entonces a la Pantoja de Puerto Rico? Tanto horror no cabía en la imaginión de los maquilladores de la época.
Pero no voy a caer en el tópico de "todo tiempo pasado fue mejor", porque no lo era. ¿O a caso a alguien le gustaría repetir las interesantes escenas de Corrupción en Miami en el "prime time" de los lunes? Y que conste que yo la veía, pero recientemente la volví a ver en el canal 7 de Murcia y después de los primeros 5 minutos que duró mi alegría por reencontrarme con mi infancia cambié de canal. Digo esto teniendo una cosa muy presente, la dignidad y la imaginación que tenían muchas de las series antiguas como esa o McGiver, el Equipo A y Se ha escrito un Crimen ya la quisieran muchas de las series actuales. Bea la fea, el Duque y las tetas, el misterioso internado (en el que se debieron cargar en una tenporada previa a todas las feas y gordas, porque no salen ni de figurantes)... Todas ellas ejemplos de lo que se considera televisión de éxito. Apaga y vámonos.

Al menos por mi parte aquella compañera infatigable, quel complemento sin el cual el salón estaba vacío ha muerto. Pero también ha resucitado, eso sí, asistido vitalmente por un disco duro, un Mac Mini y la Wii de Nintendo.

Consejo de óptico: La telerealidad es una mentira, el primer paso es admitirlo.

Nos leemos.